El mentalista vs Castle vs Miénteme


Muchas veces cuando los seriefilos hablan de televisión desprecian un género concreto de relato: El procedimental. Hace tres años se dió una situación en la que tres de las networks (canales en abierto) apostaron por procedimentales (series en las que cada capítulo se resuelve un caso) en las que el protagonismo estaba centrado en un excéntrico asesor policial. Estas series fueron las citadas en el título: El Mentalista (CBS-La Sexta), Castle (ABC-Cuatro) y Miénteme (FOX- Antena 3). Pongo también la cadena de emisión española porque el recorrido ha sido bastante similar en Estados Unidos y aquí.

El inicio de la primera temporada empezó con el bombazo de Bruno Heller (creador de Roma) y su Mentalista aplastando en las audiencias. Y no sólo en las audiencias sino que los críticos lo definieron como el nuevo gran procedimental en contra de los ya acabados CSI (hay que ver, que no se mueren los jodidos). La audiencia respaldó a Patrick Jane, un personaje (estafador-mentalista reconvertido) que va de lo excéntrico a lo oscuro con una facilidad asombrosa… y es que la historia del genio investigador torturado por su pasado vende mucho y los trece primeros episodios de la serie son fantásticos.

 

Castle en cambio fue considerado una serie más, muy al rebufo de su congénere. De hecho estuvo entre las posibles cancelaciones de la ABC durante su primera temporada que se redujo a diez episodios. ¡Santa reducción! ¡Maravillosa renovación! La primera temporada de Castle es más propia de una serie de cable en la que se sabe que va a haber recorrido y solo se sientan las bases para trabajar… Eso y que los casos no eran muy allá la tuvieron al borde de la muerte.

Al borde de la muerte debería titularse Miénteme (Lie to me). Tras una primera temporada en la que la serie de Samuel Baum demostró que se puede ser una estupenda nana semanal y con el único atractivo de tener a Tim Roth en el reparto estuvo a punto de ser cancelada. Sobrevivió y aún subsiste.

La única que tuvo el back nine esa primera temporada (que le encarguen nuevos capítulos) fue El Mentalista y eso fue el fin de la calidad. Patrick Jane empezó a perder frescura y la serie se convirtió poco a poco en un Colombo modernizado… Sólo que todavía no lo sabíamos.

El resurgir de Castle

Llegó la segunda temporada y Castle resurgió de su casi cancelación con todas sus virtudes y pocos de sus defectos para plantar cara a quién se le pusiera por medio. Los casos eran mejores y la química entre los personajes explotó en una tensión sexual no resuelta y amistades varias, además apoyadas por la fantástica familia del prota, un escritor de éxito metido a asesor policial. La serie no solo no fue candidata a la cancelación sino que recibió la petición de más capítulos.

En cambio, El Mentalista, que aún tiene episodios muy interesantes, le empezó a fallar la historia horizontal… Todos sabemos que a John el Rojo no lo van a pillar hasta el final de la serie y por lo tanto los capítulos  que van sobre él, que deberían ser los más interesantes, son un completo aburrimiento en lo que lo único disfrutable es ver a nuestro nuevo Colombo fallar. El problema ha sido que Patrick se ha convertido en un superhéroe que resuelve los casos de formas excéntricas, pero sin fallo… Esto que es un mal del procedimental como género, se acentúa cuando dichas resoluciones, en su mayoría, están sacadas de la manga basándose en la agudeza del protagonista.

Heller y su equipo se han olvidado que una de la grandes bazas de los relatos de misterio es que el espectador participe con sus elucubraciones desde casa. Es algo que ha sabido hacer muy bien Castle, que además al tener un escritor como protagonista, incorpora grandes partes de metaficción que resultan graciosas e interesantes.

Miénteme, en cambio, decidió dar un giro de tuerca y traer a Shawn Ryan(The Shield, The Chicago Code) para que se hiciera cargo del desaguisado y la serie despegó en calidad, pero no en audiencias. Ryan se encontró con el principal problema de que la serie se basa en que nadie puede mentir al protagonsita ya que el lee las mentiras en sus caras. Esto provoca que todo se resuelva con entrevistas… Algo muy aburrido. Otro fallo en la concepción es que la empresa de Carl Lightman (el personaje de Tim Roth) es una empresa de un sector ficticio (o muy desconocido) con pocos anclajes en la realidad, lo que hace que el espectador no acabe de entrar en el relato. La serie no supo situarnos en su mundo y es algo que va  a arrastrar hasta su cancelación definitiva.

Las tres sobrevivieron al final de temporada. Castle y El mentalista con el back nine a sus espaldas y buenos datos de audiencia. Miénteme es un caso excepcional en la televisión actual. A pesar de sus malos datos, el canal pidió nuevos capítulos y utiliza la serie como rellenadora de huecos ya sea con cancelaciones durante el año o para poner un toque de ficción durante el verano.

¿Y ahora qué?

Castle parece encantada de haberse conocido y continúa con su estilo fresco y divertido de afrontar los casos. La serie es consciente de lo que es: Un relato de suspense, y juega con ello constantemente buscando sorprender al espectador en todo capítulo aprovechándose del conocimiento general sobre los relatos de detectives. El carisma de Nathan Fillon se ha asentado en su personaje y todo parece indicar que habrá misterios para ratos. Para mi, el mejor procedimental policíaco de la actualidad.

El Mentalista por su parte parece haberse dado cuenta de que el personaje interpretado por Simon Baker no puede ser Superman en chaleco de seda y atraer al público y parece que quiere humanizar a Patrick Jane, pero la única manera que han encontrado es ponerle en peligro y eso puede funcionar un par de veces por temporada, no más. La frescura del niño gamberro que todo lo sabe se ha convertido casi siempre en el pesado sabihondo que no sabe comportarse… Eso sí, las audiencias le respaldan.

Por último, Miénteme, ahora situada en la temporada media americana, sigue su extraño camino. Tras la marcha de Shawn Ryan para realizar su The Chicago Code, la serie ha intentado seguir el sendero marcado pero lastra muchos males y eso vuelve los relatos impredecibles y desustructurados… Esto se ha convertido en su peor pesadilla, ya que es difícil sorprender al espectador sino sabe que esperarse, y en su mejor baza: No hay ningún procedimental como Miénteme.