Crematorio, incendiando tópicos


El primer episodio de Crematorio nos ha dejado varias cosas claras desde el principio. La primera es que si eres de los que crees que en España no se puede hacer ficción de calidad, esta no es tu serie. El pasado lunes Canal+ estrenó su tercer producto de sus Originales tras ¿Qué fue de Jorge Sanz? y Oído Canibal (aunque en este caso es más una compra que un original) y lo hizo con el beneplácito de los críticos que elevaron la serie a los altares antes de que tan siquiera empezara a rodarse.

Lo cierto es que es muy esperanzador para la televisión española que los canales de cable empiecen a invertir en este tipo de productos y los resultados son muy prometedores. Crematorio en su piloto solo ha dejado entrever lo que será y en cambio, nos ha sonado muy a Los Soprano o a The Good Wife, siendo estos referentes inmejorables. No me refiero a que se vaya a basar en ninguna de ellas, ni tan siquiera en un parecido entre sus tramas, sino en la realización (todo un mérito), en la manera de contar las cosas y sobre todo en ser capaces de implicarnos con sus personajes. O por lo menos, en el personaje interpretado por José Sancho.

Antes de nada, vamos con el momento carátula: Crematorio nos narra las vivencias de Rubén Bertolomeu, un constructor que vio la oportunidad cuando el levante español aún estaba plagado de naranjos y las playas aún eran transitables. Con el tiempo, se convirtió en un pez gordo, en uno de esos constructores que bajo su manto acojen empresas de todo tipo y cuya profesión es ganar dinero. Los años han pasado y Rubén sigue intentando adaptarse a los nuevos tiempos, mientras sigue buscando encubrir los viejos.

La historia comienza cuando el hermano de Rubén fallece y el crematorio donde debería haber sido llevado es cerrado. La funeraria es intervenida debido a que no quemaba los cadáveres sino que los enterraba en un viejo picadero de caballos. El imperio de Rubén tiembla ya que el dueño de ese crematorio es un viejo secuaz que tiene mucho que esconder.

Un relato sobre la corrupción

A pesar de haberse emitido solo un capítulo hasta el momento, la serie ya ha dejado claro que será un retrato sobre la corrupción y el poder en España. Tal vez, el mayor acierto de los hermanos Cabezudo (guionistas de la serie) y Boraiva (productor) haya sido la elección del tema. Han decidido huir de la ficción escapista propia de país que normalmente poniendo el prisma en lo más cercano desenfoca los problemas más característicos de estos lares.

Durante su cincuenta minutos emitidos (otro gran acierto de la serie) hemos podido ver dos retratos de nuestro país. El primero, el de un país servil con el poderoso, hipócrita y triste de haberse conocido. El otro el de una España que despierta de 40 años de dictadura y que mira al futuro impaciente, con ganas de ser grande. Ninguno de los dos son retratos generales, sino que se inspiran en una situación concreta y compleja, lo que los hace únicos e interesantes.

Lo peor del capítulo tal vez haya sido la falta de ritmo en momentos concretos y la poca definición de la mayor parte de los personajes y las actuaciones, en la mayor parte de los casos, mediocres y sin apenas carisma. Se salvan Pepe Sancho y su madre (en la ficción) que resuelven bien la papeleta. Aunque, lo que si es cierto es que en este tipo de series el ritmo de construcción de los protagonistas y de las tramas suele ser lenta, esto no debería ser una excusa.

¿Y ahora qué?

La primera temporada de la serie, y posiblemente única, estará compuesta de ocho capítulos, y todo parece indicar que se ha dado el pistoletazo de salida a una carrera jurídico-policial a la caza del corrupto, y éste a su vez utilizará sus armas políticas y económicas. Todo parece indicar que será un gran thriller sobre la corrupción urbanística que ser cargará con su transcurrir unos cuantos tópicos. En cualquier caso, si consigue definir más a los personajes y subir el ritmo de sucesos nos encontraremos ante una gran serie y sino ante una película que alargaron demasiado. Esperemos que se cumplan los mejores deseos.

ÑBO (I): ¿Por qué desperdiciaron a Jorge Sanz?


Inicio este especial titulado ÑBO (para los menos duchos en materia televisiva es una alusión a la HBO, la cadena de cable americana que ha sido la insignia de la ficción de calidad durante muchos años) justo después de ver los seis capítulos de ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’ de carrerilla y sin casi tiempo para dejar de disfrutar. Y es que no es ningún secreto, a pesar de nuestro anti-chauvinismo, que la ficción televisiva en España ha dado varios pasos de gigante en los últimos años.

En gran parte, gracias a series como ‘El Internado’ o ‘Águila Roja’ que a pesar de sus taras han abierto las temáticas y nos han predispuesto a un modelo mucho más sostenible y cercano al espectador. El último gran paso, ha sido que las televisiones de pago iniciaran sus primeros proyectos de ficción y los dos primeras producciones han sido ‘Todas las mujeres’ de TNT (de la que hablaré otro día) y la citada ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’

¿Qué fue de Jorge Sanz?

¿De que va la serie? Pues otra cosa no, pero aquí en España, somos muy explícitos con los títulos…y la serie va de la vida de Jorge Sanz ahora que ya no es una prima donna en el panorama interpretativo de nuestro país. Aunque, no es una serie documental, ya que mezclan realidad con ficción. De hecho, la única realidad verificable que podemos vislumbrar es que el protagonista se llama Jorge Sanz y que es actor al igual que su personaje. El resto entra en el juego de luces e ilusiones que supone esta serie, en la que acabas preguntándote cuanto de verdad y cuanto de ficción han incluido. De hecho, tras ver la presentación de los Goya de este año y el capítulo dedicado a ellos esta barrera se difumina más… ¡Qué ridículo de Sanz en ambos! Tal vez, más en la realidad.

 

David Trueba, director y guionista de la serie, la define como «una muñeca rusa» en la que la primera es el propio Jorge Sanz, después aparece todo el universo del cine español y por último sus propias experiencias. Esto crea una sensación de realismo constante y un fantástico relato de metacine. La técnica no es nueva, la utilizan grandes series de prestigio como Extras, Entourage (El Séquito) o Curb Your Enthusiasm (El show de Larry David), pero sorprendentemente en esta serie está aplicada con maestría… y digo soprendentemente, porque en España tenemos un miedo al ridículo atroz y a la autoparodia que ha hecho fracasar a formatos como el Saturday Night Live y que impide que las visitas de los famosos a los platós sean, en su mayoría, más que testimoniales. Este es uno de los mayores logros de la serie: Hacer que personajes públicos se rían de si mismos e interpreten un papel que no les favorece en demasía. Mención especial a los fantásticos Antonio Resines y Santiago Segura.

Durante, el relato veremos a un Jorge Sanz acabado acompañado por su agente, Amadeo Gabarrón (interpretado por Eduardo Antuña) un vendedor de quesos despedido de su empresa a los 40 y tantos y que como tiene experiencia vendiendo quesos… «ahora vende a Jorge Sanz». Un personaje de lo más peculiar que aportará el punto cómico más clásico con sus impagables meteduras de pata al buscarle trabajo a su amigo. Un Sancho Panza ejemplar.

Pero, no nos engañemos, la serie es un vehículo para el lucimiento de Jorge Sanz y vaya si lo logra, tanto que ha servido para colocarle de nuevo en el panorama audiovisual. Viendo la serie y su interpretación me pregunto: ¿Por qué desperdiciaron a Jorge Sanz?… y me dirán que no es buen actor, que la dicción… pues oiga, se le entiende todo. Es posible, que el pasarlo mal y perder su halo de estrella le hayan convertido en un gran actor o que ya lo fuera… Eso nunca lo sabremos.

No sólo es una comedia

En sí, la serie la venden como una comedia, pero no es una Aída o una 7 vidas. No busca el gag sino que las risas vienen a través de situaciones, a veces un tanto surrealistas y otras de lo más cotidianas. En sus seis episodios se abordan desde los temas más existenciales como el amor o el destino y los más mundanos. Algunos, de los mejores momentos de la serie los proporciona las conversaciones padre-hijo (el hijo de Jorge en la serie, es su hijo de verdad) en las que a pesar de que el niño aún está muy verde, Jorge es capaz de sacar desde su niño interior hasta el ser más ruin y miserable que lleva dentro.

Otro elemento que llama la atención son los diversos leimotiv que establece la serie como elemento estructurador. Sobre todo en los inicios de los capítulos hay una rutina clara que crea complicidad con el espectador: Fragmento de una película de Jorge Sanz, que el actor está recordando en un sueño, o más bien en una pesadilla, y él se despierta en sitios de los más diversos. Después, primer plano de Sanz, ya sea afeitándose o recibiendo un masaje, sobre el que se sobreponen los títulos de crédito. Puede parecer una tontería, pero al igual que a las extrañas muertes de ‘A dos metros bajo tierra’ se le acaba cogiendo el gustillo y haciéndose una rutina indispensable.

Por último, destacar que a pesar de que es una comedia, bastante divertida y acertada, ‘¿Qué fue de Jorge Sanz?’ es mucho más y que como las grandes comedias aporta mucha verdad a sus personajes convirtiéndose más en una dramedia (no se entienda como una serie familiar, porque no lo es) en las que se viven momentos muy emocionantes y otros en los que la risa es obligada. Seis episodios que rondan entre los 30 y los 40 minutos de lo más recomendables.

Así, terminamos el primer repaso de la primera serie ÑBO pertenciente a Canal+ Originales (acertadísimo nombre) y que esperemos que tenga continuidad con una segunda temporada. Por el momento, en breve disfrutaremos, o eso espero, del segundo producto de Canal+ Originales, ‘Crematorio’, basada en una novela homónima. Para terminar, os dejo con el making off de la serie de David Trueba.